miércoles, 24 de febrero de 2016

Viajar como experiencia filosófica.



Además del amor, pocas cosas atraen tanto a las personas como viajar. Cuando estamos cansados por el trabajo, las vacaciones pueden parecer un paraíso. El filósofo John Dewey fue pionero en la idea de que el conocimiento y las habilidades que una persona aprende en una situación pueden ayudarlo en las restantes. 

Viajar es aprender de la experiencia. "Aprendí más en una semana que en un semestre en clase", dicen generalmente los estudiantes. Se trata de un aprendizaje transformador.
Durante siglos el viaje y la educación fueron entrelazados. 
Antiguos filósofos chinos y occidentales destacaron los beneficios del viaje. Sarmiento consideraba que los viajes son el complemento de la educación de los seres humanos porque a menudo modifican decisivamente nuestra perspectiva sobre las cosas. "Basta comparar mis escritos actuales con los anteriores a mis dos grandes viajes", escribió. "Tengo una curiosidad inextinguible. Nadie habrá visto más que yo, aunque muchos habrán viajado más".

No me refiero solo a los viajes a lugares lejanos, sino también a los viajeros por un día (los "day tripper", como en la canción de Los Beatles).

Los procesos cognitivos que afectan nuestra percepción y nuestro juicio durante los viajes se exacerban.  De manera que los viajes intensifican nuestra conciencia plena. Los estudios científicos dan cuenta de sus beneficios para la salud física y emocional, para la resolución de problemas y para nuestras capacidades éticas y cognitivas. El efecto de las vacaciones en la declinación de funciones cerebrales es porque los neuroquímicos que irrigan el cerebro cuando viajamos se encuentran con canales vasodilatados y fluyen con mucha mas facilidad.
Estudios experimentales sobre el tema indican de qué manera el viaje es un ejemplo más de la cantidad de desafíos que elegimos pese a la cuota de displacer que a veces deparen. También muestran los valores que promueven los viajes.

Porque hacer una valija es una experiencia filosófica y el viaje sigue siéndolo. Levi- Strauss pensaba el viaje como experiencia en el espacio, en el tiempo y en la jerarquía social. Séneca vió el viaje como una vida ofrecida en el interior de otra. Marx apuntó al viaje como derecho social. El encuentro (y a veces choque) de culturas puede hacer que algo nos parezca exótico o no, de esta manera las virtudes del lugar de origen a veces sólo se hacen visibles desde afuera de la ciudad.

Viajar nos hace viajar más allá.
Porque en definitiva a eso vinimos: la vida es un viaje. 

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